Te delató
Ya cansado estabas Señor, de tanto
darte por amor. Lo primero que perdonaste fue la desobediencia de nuestros
primeros padres, a los cuales condenaste a trabajar para sustentarse, a sentir
dolor provocado por el placer de concebir a un hijo para que multiplicara la
especie; tal parece que tu amor por la humanidad se había enfriado por la
decepción de no ver al hombre convertido en ese ser para el cual creaste todas
las maravillas que hoy día nuestros ojos pueden apreciar.
Tu enojo era justificado, lo sé. Mas,
haciéndote el “duro” apartaste tu mirada del hombre y continuaste
bendiciéndole. Le das cada día un nuevo amanecer, le das la vida, el sol que le
calienta y haces que la tierra buena dé frutos que nos alimenten, una lluvia
abundante, animales que te adoran con sus cantos, un mar inmenso que compite en
grandeza, plenitud, azul con el cielo que es tu morada santa.
Nos trataste de “engañar” haciéndonos
creer que ya no nos amabas, pero tu amor por nosotros te delata: Mira que
tomarte la molestia de contar cada hebra de mi cabello, tatuarme en la palma de
tu mano, convertirme en la niña de tus ojos y ¡no olvidarme aunque lo hiciera
mi propia madre!
Y el colmo del amor: Morir en la cruz
del calvario cargando con todos mis pecados, perdonarme antes de que siquiera
yo te lo pidiera, darme a tu madre como a mi madre y enviarme al Espíritu Santo
para que habite dentro de mí, de tal modo que me acompañe todos los días de mi
vida hasta el final de la historia.
Y sé que lloras mi llanto, que te
desesperas cuando pones ante mis ojos la respuesta que no logro ver ni entiendo
cuando me libras del mal que yo veo como bien, porque hay un trasfondo que no
logro divisar.
Definitivamente, ¡tus obras hablan de
tu gloria!
No hay comentarios:
Publicar un comentario